A pesar de que Betancuria es el municipios menos poblados de Canarias, ofrece a los visitantes algunos monumentos de gran valor. Entre estos monumentos se encuentra el Museo de Arte Sacro de Betancuria, sus salas albergan una amplia colección de pinturas, esculturas, ropajes sacerdotales y una amplia variedad de piezas de orfebrería que representan de forma muy interesante el arte sacro en la isla.

Aun siendo de reducidas dimensiones el Museo de Arte Sacro de Betancuria alberga piezas de culto que pertenecieron a la parroquia desde su fundación allá por el siglo XV.

Caminando por el entorno de Betancuria se llega al museo a través de la calle Alcalde Carmelo Silvena. El edificio se divisa perfectamente puesto que era una antigua casa, que destaca por las tejas de su techumbre exterior y de madera hacia el interior. Otro de los elementos que llaman la atención cuando se divisa la fachada, es el balcón situado sobre la puerta principal del recinto y que gracias a unas escaleras da acceso al interior desde la calle. También llama la atención la cantería de color oscuro que está en las esquinas de los muros exteriores.

Antes de convertirse en el Museo de Arte Sacro, el edificio fue residencia de beneficiados eclesiásticos, además de autoridades religiosas de la parroquia de la localidad. Las piezas expuestas en el museo provienen de ermitas e iglesias de toda la isla de Fuerteventura.

Los alrededores del Museo de Arte Sacro también es un lugar muy interesante, zonas ajardinadas, un agradable paseo hasta el accesos y un parque cercano son algunos de los elementos que los visitantes se encontraran antes de acceder a edificio. Un lugar ideal para profundizar en parte de la obra artística que ofrece la isla de Fuerteventura.

El Museo Arqueológico de Betancuria está situado en la Calle Roberto Roldan, se reconocerá fácilmente porque la entrada está flanqueada por dos cañones que se utilizaron para luchar contra las invasiones piratas que Fuerteventura sufrió durante el siglo XV. La idea de crear un museo arqueológico en la localidad parte de la donación de una pieza de los antiguos mahos, que fueron los primero pobladores de la isla (cabe destacar que a la isla se le nominaba Mahoh que quiere decir “mi país”) y que se encontraron por casualidad en un campo majonero. La iniciativa la pone en marcha un vecino de Betancuria llamado Vicente Ruiz, que fue recogiendo y ordenando todos los materiales que fueron encontrando.

La riqueza paleontológica de la isla es incuestionable y se puede observas desde el primer momento en el que se entran en las instalaciones. Se pueden ver fotografías de los lugares donde estaban los asentamientos aborígenes, maquetas de estos mismos y por supuesto están expuestos restos de cerámica, herramientas y útiles realizados con moluscos o huesos.

Las instalaciones de el Museo Arqueológico de Betancuria también muestra como los antiguos pobladores adoraban a ídolos religiosos y como ejemplo que demuestran estas adoraciones se exponen figuras realizadas en piedras. A esto se le une la información sobre la montaña de Tindaya con sus podomorfos como base del mundo mágico-religioso de los antiguos majoneros.

Existe la posibilidad también aprender las técnicas de pastoreo y de pesca de los primeros pobladores además de como conseguían la preciada agua o de que forma se alimentaban los mahos.

La información se completa gracias a las láminas explicativas que se pueden leer por las diferentes salas del museo arqueológico y donde los elementos etnográficos que utilizaron los majoneros hasta hace unos años, toman protagonismo y sirven para cerrar el recorrido por las diferentes salas de este centro tan interesante.